Nuestra izquierda: crisis, laberintos y reagrupamientos

Dicen que las crisis presentan oportunidades. Nos generan incertidumbre, desconcierto y nos exigen corrernos de nuestras rutinas, examinar lo que venimos haciendo, generando movimientos y cambios. La crisis del COVID 19 puso en evidencia lo irracional de esta forma de vida capitalista, de esta sociabilidad de productividad, consumo y alienación en la que vivimos. ¿Con qué programa de acción enfrentamos la crisis? 

Por Jorgelina Matusevicius


 Los organismos internacionales de crédito revisan sus recetas y avizoran que no pueden seguir como hasta ahora. Plantean la posibilidad de perdonar deudas, permitir a los Estados endeudarse para hacer frente a la crisis sanitaria y desbalancear sus cuentas, y se preguntan por la conveniencia de ingresos de subsistencia para aminorar la conflictividad social. Destilan incertidumbre ante un futuro que saben caótico pero que todavía no logran calcular a ciencia cierta. La crisis muestra, en su forma más descarnada, que poco les importa la vida y la salud si de mantener las ganancias se trata. 

Pero tienen una contradicción: es la vida de miles de trabajadoras y trabajadores la que engorda sus bolsillos y hace mover la rueda de la acumulación capitalista. A pesar de esto, las respuestas a la crisis se plantean dentro de los contornos “conocidos”: capitalismo más humano, verde, con perspectiva de género. 

En este escenario, las izquierdas nos encontramos ante el desafío de construir otra salida, en el marco de una profunda crisis de alternativas. Los trazos prefigurativos de ese otro camino se vienen ensayando y la pandemia los ha visibilizado. Sin embargo, no logran organizarse detrás de un proyecto de nueva hegemonía política. En este sentido, presentaremos algunas claves o coordenadas para situar este debate en nuestro país: bajo qué lineamientos estructurar ese proyecto político, qué evaluación hacemos de las fuerzas con las que contamos, cómo enfrentar a los sectores más reaccionarios para revertir esa correlación de fuerzas, qué tareas y cuáles son los debates al interior de nuestro espacio de izquierda.

 ¿Un nuevo pacto social para salir de la crisis?

El gobierno del Frente de Todos que asumió en diciembre de 2019 en nuestro país puso un límite al intento de la derecha más conservadora de quedarse por un largo tiempo y emprender un proceso de profundas transformaciones regresivas para la clase trabajadora. Los proyectos de reforma laboral, de reducción del costo laboral, la reforma del sistema previsional, la remercantilización de servicios públicos, el ataque a las organizaciones sindicales y el abordaje tecnocrático de las políticas asistenciales, se truncaron a partir de la movilización popular impidiendo un nuevo disciplinamiento de los sectores populares.

El Frente de Todos anticipó, en su campaña, su estrategia de gobierno: un “nuevo pacto social”. La negociación de la deuda era la madre de todas las batallas hasta que, pandemia de por medio, la situación económica y política se volvió todavía más incierta e ingobernable. Si examinamos las medidas adoptadas en lo que va del año, este pacto se sostiene sobre las espaldas de las y los trabajadores. El IFE, para monotributistas y trabajadores informales, se mostró sumamente insuficiente para una canasta básica cercana a los 40 mil pesos y la persistencia de la inflación. Por otro lado, los recursos asignados por el gobierno están siendo destinados a sostener a los empresarios, ya sea reduciendo aportes patronales, entregando créditos a tasas subsidiadas o directamente pagando parte de los salarios de les trabajadores. Mientras el IFE demandará $80.000 millones y el refuerzo de la AUH $14.000 millones,  los créditos a empresarios serán de $470.000 millones. A su vez, a pesar de los límites que impone el decreto 329/2020, han avanzado despidos, suspensiones y reducciones salariales.

No parece haber un sólido plan de recuperación. Por el contrario, se cede ante la derecha política, empresarial y mediática. Varias son las muestras de apuntar a cogobernar con elles. El intento por mostrar una unidad con los grupos económicos más concentrados de Argentina (G6), la parálisis del tratamiento del impuesto a las grandes fortunas y el retroceso con la expropiación de Vicentín son algunas expresiones. El gobierno parece no tener en cuenta que estas expresiones de derecha, por más concesiones que se le haga, nunca van a estar satisfechas. Mal pronóstico jugar ese juego.

El peso de la crisis nacional y del capitalismo a nivel mundial va dejando poco margen para medidas populares que logren revertir la profundidad de la crisis. Más allá de la emisión de moneda, no hay plan para reactivar la economía. El intento de Vicentin era, al menos, una posibilidad de comenzar tímidamente a meterse en el mercado de exportación de granos.

No existen condiciones favorables para administrar la crisis concediendo conquistas para les de abajo, ni para avanzar en reformas sociales, de capitalismo verde o humano, a menos que medien procesos de luchas que hasta ahora sólo vienen consiguiendo impedir ajustes y arremetidas más bestiales.

¿Cómo dialogar entonces con quienes han depositado sus expectativas en el gobierno? El camino no implica ser condescendientes con las medidas que apuestan a la reducción o congelamiento de salarios, buscando el consentimiento de las centrales sindicales, ni tolerar discursos de legitimación de las fuerzas represivas ni apoyar la negociación de la deuda o resignar posiciones ante los dueños del agronegocio. Es necesario emprender el largo y trabajoso camino de alternativas de lucha que brinden, a los sectores dispuestos a defender conquistas e ir por más, la fuente de experimentación para sacar conclusiones que nos permitan avanzar en un horizonte emancipatorio; empalmar en una unidad de acción en la lucha por mejoras en las condiciones de vida, peleando por que la crisis no se descargue sobre nosotres y hacerlo desde una perspectiva que permita reconocer, en esas batallas actuales, la posibilidad y el horizonte de la construcción de otras relaciones sociales.

Ante el contexto de la conocida “cuarentena” que obliga a un aislamiento para proteger y cuidar la salud, la desmovilización es un peligro adicional porque quienes sí se movilizan son los sectores más reaccionarios. Si la derecha más reaccionaria utiliza este contexto para fortalecer posiciones y utilizar las contradicciones de la coalición de gobierno a su favor, la pregunta que sigue es cuál es la mejor manera de confrontar con ella.

Debates y reconfiguraciones de la izquierda

Las ofensivas hacia les trabajadores y el recrudecimiento de opresiones empieza a encontrar resistencias con las luchas de masas en nuestro continente y otras partes del mundo. El “triunfo” del proyecto del capitalismo en su fase neoliberal implica generar sociedades profundamente desiguales, drásticamente endeudadas, que instalan un disciplinamiento social a partir de la precarización del trabajo y de la vida. 

Las izquierdas, sumidas en una crisis de alternativa, se encuentran en una encrucijada: o empalman con las formas menos bestiales de capitalismo salvaje e intentan poner freno a las tendencias barbarizantes; o, mientras luchan contra las ofensivas del capital, comienzan a discutir la base misma de organización social y cuestionar las raíces del antagonismo social, avanzando en la construcción de un proyecto propio. Proyecto basado en la socialización de los medios de producción y de reproducción de la vida, en otro vínculo con los bienes comunes; un proyecto ecosocialista y feminista, construido democráticamente desde las bases. La primera alternativa coloca a la izquierda como co-responsable de los límites propios de la gestión de la crisis. Los procesos políticos que terminaron con la integración a coaliciones de gobierno que, además de implementar medidas contrarias a los intereses populares, terminaron por generar frustración y desánimo entre quienes apostaban a un proyecto de cambio, son un buen ejemplo. Argentina nos brinda otra experiencia, ya que a poco de empezar el gobierno actual, los sectores de “izquierda” o “centro izquierda” del Frente Todos acompañaron el pago de la deuda externa, el apoyo a la ley de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda Pública, el de la ley para la autorización de introducción de tropas extranjeras en el territorio de la Nación, entre otros ejemplos. 

La otra alternativa, la de construir un proyecto propio con una renovada radicalidad, no está exenta de límites o problemas. Las derrotas sufridas -y los errores propios- han ido construyendo la idea de lo inalcanzable de un horizonte socialista, ubicando a esta salida como inviable, costosa, incierta.

¿Bajo qué coordenadas construir ese proyecto de izquierda anticapitalista, feminista, ecosocialista radical? A nivel mundial, las experiencias de los últimos años de participación en coaliciones de izquierda y centroizquierda, que apuestan con centralidad a disputar la institucionalidad vienen mostrando sus límites. Se verifican los problemas de una izquierda demasiado institucional que, o bien vuelca sus construcciones sectoriales detrás de un proyecto político que no conduce; o bien, carece de peso e inserción en organizaciones sectoriales propias que le permitan trastocar correlaciones de fuerzas adversas. Si en el pasado se reconocía como un problema el déficit de ser una izquierda con una ilusión social, impotente para la disputa hegemónica, hoy se afianza en las organizaciones el problema inverso: una ilusión política que sobreestima la capacidad de los armados de superestructura para generar cambios en favor de los intereses populares. Ambos problemas deben ser superados en un proyecto de izquierda. Por eso, es necesario estructurar una alternativa política vinculada a los desarrollos más potentes, aquellos que cuestionan la hegemonía capitalista, construyendo al mismo tiempo una movilización popular robusta y radical como condición de posibilidad de operar cambios reales y no quedar diluidos en la hegemonía del régimen. Esta movilización popular tiene hoy una agenda que va desde la suspensión de pagos y auditoría de la deuda hasta la defensa de la soberanía alimentaria y la socialización de las tareas de cuidado

Nuestra izquierda también ha ido generando algunos consensos en torno a los límites de los gobiernos llamados progresistas: el sostenimiento de un patrón extractivista de acumulación, la no resolución de la precarización del trabajo y de la vida, la continuidad de una matriz estructuralmente dependiente, la persistencia de la pobreza y la desigualdad y las líneas de continuidad con políticas impulsadas desde el Banco Mundial. Es necesario examinar las experiencias de luchas populares de los últimos tiempos para edificar un proyecto alternativo que apunte a superar esos límites.

También tenemos un debate en torno a la apuesta a la organización y participación popular. Nuestro espacio supo acuñar la necesidad de la construcción de un poder propio, alternativo al que nos propone el sistema político; el ejercicio de una soberanía en la toma de decisiones sobre nuestros territorios, nuestros cuerpos, nuestros lugares de trabajo y de estudio. Existe un acuerdo generalizado respecto a la necesidad de generar mecanismos de participación popular que incidan en algunas estrategias y políticas gubernamentales. El problema que reside aquí es qué tipo de participación se pretende. Desde nuestras organizaciones entendemos el protagonismo popular como aquel que está construido desde nuestros territorios junto con los sectores con los que nos organizamos y defendemos nuestros propios intereses, resguardando una inclaudicable independencia política. 

Pero existe otra forma de entender esa participación, más ligada a la legitimación de medidas de gobierno y la progresiva integración a las estructuras estatales y sus lógicas burocráticas, que propicia la gobernabilidad y colabora en la gestión de la crisis. Esta perspectiva resulta una participación subordinada, que suele presentar la imagen de estar ganando posiciones cuando, en realidad, lo que prima es la adaptación, la desmovilización y la  subordinación a intereses ajenos. Construir unidad en la acción, en la disputa callejera, en la lucha para contrarrestar las avanzadas contra nuestras condiciones de vida, para defender y conquistar derechos, para frenar despidos y suspensiones, entre otros.

Es necesario superar la tendencia a la autosuficiencia que se plantea desde el FIT U y reconocer que las izquierdas tienen un lugar fundamental en el impulso a estas luchas unitarias. Esto no implica desconocer que, en parte, son las fuerzas que vienen manteniendo la apuesta a la disputa callejera y colocando la importancia de la independencia política en la construcción de una alternativa pero es importante la superación de sus límites. Esto, en parte, provendrá del diálogo y debate que podamos construir desde nuestro espacio de izquierda, que contiene rasgos y fisonomía propios.

Nuestro espacio de izquierda viene sufriendo una serie de crisis y reacomodamientos. Un sector de esta izquierda parece reorganizarse para constituir una alternativa amplia que, en función de una eventual derechización del gobierno actual, empalme con aquellos sectores dispuestos a romper “por izquierda” y se constituya en una alternativa amplia de izquierda y centroizquierda. Esto se vincula con algunos llamados a la construcción de salidas progresistas que han salido al ruedo en estos tiempos, como la Internacional Progresista, y una declaración firmada por numerosos espacios políticos entre los que se encuentran un sector de Podemos, el Frente Patria Grande, el correísmo de Ecuador, entre otros. Desde nuestro lugar, seguramente dialogaremos con aquellas voces que cuestionen las formas más terribles de explotación y opresión, pero insistimos en que es necesario construir una alternativa propia que no pase por un capitalismo más democrático ni más verde ni con una lavada de cara feminista. Nuestro proyecto implica una transformación más profunda.

Si la pandemia ha vuelto a poner en duda esta forma capitalista de organización social, las revueltas en América Latina o las luchas contra la opresión racial en EEUU muestran la posibilidad de consolidar una izquierda radical que se aleje de una orientación institucionalista de la izquierda del último tiempo. En este camino, es posible volver a preguntarse por otra sociabilidad posible. Esta crisis no necesariamente implica que se caiga el sistema, pero eso no quita que haya que pelear por otra forma de vida: otra relación en el trabajo, otra relación con la naturaleza, otros vínculos interpersonales.

Contra el escepticismo respecto de un cambio de tal profundidad, es necesario mirar que este proyecto se encuentra en germen, como anticipación o potencia, en las construcciones a las que apostamos. Nuestro espacio político apuesta a la construcción prefigurativa que nos permita unir las luchas presentes con las relaciones sociales que queremos construir. 

En el marco de la pandemia hemos visto que el desarrollo de las organizaciones territoriales han sido claves en el cuidado de la salud, que a partir de los crecientes nodos que distribuyen productos elaborados por las cooperativas populares se puede cuestionar el modelo del agronegocio y proponer la soberanía alimentaria, que las redes feministas han permitido conquistar posiciones en torno a condiciones de vida libres de violencias o autonomía sobre nuestros cuerpos, que es necesario luchar por la preservación de nuestros puestos de trabajo y que es posible el cuestionamiento al “mando despótico” que nos obliga a trabajar en condiciones insalubres. Hoy, más que nunca, ha quedado claro el lugar de la salud pública y la necesidad de pensarla a partir de criterios colectivos, por fuera de lógicas mercantilistas o del designio de empresas y laboratorios privados.

Con todo esto, ¿es más “realista” intentar humanizar el capitalismo que trastocarlo por completo? La pandemia nos ha demostrado que el trabajo, la salud  y la vida son esenciales, que la voracidad empresaria y de ganancia nos expone a los peores riesgos y sufrimientos, que nuestra salud depende de la de les demás, que lo colectivo nos viene salvando de una situación peor, que los vínculos de solidaridad y compañerismo son los que nos protegen, que podemos poner en cuestión cuánto, cómo y para qué se produce y, sobretodo, que esto lo podemos discutir, deliberar y decidir desde abajo. Hay que luchar por salir de esta crisis, pero también contra la otra pandemia: el capitalismo. Con todas las fuerzas de la historia, construyamos socialismo feminista desde abajo.

Jorgelina Matusevicius

matusevicius@hotmail.com

Trabajadora social, docente universitaria | Delegada AGD UBA

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