Tierra para vivir, feminismo para habitar: apuntes para seguir organizándonos

En un contexto en el cual la crisis atraviesa cada aspecto de nuestras vidas, nos parece imperioso esbozar estrategias para organizarnos y fortalecernos, con ánimos de construir nuevos horizontes teórico-políticos. De esta manera, delineamos algunos entrecruzamientos entre dos movimientos con gran potencia organizativa: los movimientos feministas y los movimientos socioambientales.

Por Piwke Rosas y Lorena Riffo


Construir el mundo que queremos implica prefigurar prácticas en torno a los feminismos y lo socioambiental, ya que en el capitalismo existen denominadores comunes entre las opresiones patriarcales y la relación instrumental con la naturaleza. Recuperamos a los feminismos que en este territorio, durante el debate legislativo por la legalización del aborto en el 2018, creciendo desde los márgenes y traspasando los límites fronterizos desbordaron a los feminismos institucionalizados. Por otro lado, los movimientos socioambientales han recuperado fuerza a partir de la lucha por la defensa del agua en Mendoza y Chubut, contra el cambio climático y los cuestionamientos a la quema de humedales, entre otros. 

Ante esta crisis, ambos movimientos continúan expandiéndose y dando perspectivas para la lucha por eso pensar sus puntos de acercamiento político nos parece fundamental.

La relación sociedad-naturaleza y la racionalidad científica

El capitalismo fue configurándose en conjunto con la modernidad como sistema económico, ideológico, político y sociocultural. Para volverse aceptable para la mayoría de la sociedad, se consolidó en base a diferenciaciones duales y esquemáticas: sociedad/cultura-naturaleza, producción-reproducción, urbano-rural, ciencia-religión, razón-emoción, etc. Cada uno de estos binomios aparece como desarticulado. Proponemos ver el modo de articulación entre estos dualismos, como forma de comprender las desigualdades sobre las que se asienta este sistema que se nos presenta como el único posible. 

La extracción de bienes naturales es una parte central del modo de producción capitalista que nutre, con la industrialización de la materia prima por medio del trabajo, la reproducción del capital. Por esto, no es conveniente separar la etapa de la extracción de bienes naturales de la etapa de la producción y distribución de mercancías, ya que ambas  se relacionan constantemente. Entonces, ¿para qué sirve? Por un lado, son utilizados como insumos para producir mercancías. Por otro lado, son vendidos como mercancías en sí mismas, como es el caso de la soja, por ejemplo, que buena parte se exporta sin agregado de valor, o sea, sin hacerle ninguna modificación.

Esa extracción de bienes naturales requiere la expansión de este modo de producción sobre territorios y personas, cuya lógica o racionalidad no necesariamente esté asociada a la de la acumulación. El sistema, en el mismo momento en el que desmantela los territorios, se apropia de la fuerza de trabajo y de los saberes y conocimientos de las personas. Al apropiarse de la tierra y del conocimiento, el capital obliga a los pueblos indígenas, al campesinado y al artesanado a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Además, avanza en la transformación en mercancía no sólo de los productos realizados por quienes trabajan, sino también en la mercantilización de las mismas relaciones sociales y de la transmisión de saberes. Estos procesos no son exclusivos del momento inicial de formación de este sistema, sino que continúan tomando diferentes formas en el permanente desarrollo mundial del capital.

En esa dinámica de crecimiento no todos los territorios ocupan el mismo lugar. Hay territorios jerarquizados y otros subordinados dentro de la lógica económica imperante. Desde el siglo XV, con el “descubrimiento” de América, podemos encontrar huellas constitutivas de la división internacional del trabajo, que empieza a delinear la distinción entre países centralmente dadores de materias primas y países principalmente industrializadores y productores de mercancías. Así, la “colonización” de los territorios de América, África y Asia fueron momentos fundamentales para la estructuración de este modo de acumulación. Esto va complejizándose con la expansión del capital y las variadas estrategias que se entraman para consolidarlo. Esas jerarquías también se repiten al interior de los países.

En esta configuración del capitalismo, otro elemento importante se construye sobre la base de la separación entre la ciencia y la religión. Mientras la religión había servido para explicar ciertos fenómenos en la pre-modernidad, en la modernidad es abandonada como mera creencia. Como contrapartida, la ciencia iluminista basada en la razón ocupa el lugar de explicar cualquier acontecimiento desde un lugar de validación social. En definitiva, esta razón instrumental, como le llaman  Theodor Adorno y Max Horkheimer, pretende dominar a la naturaleza, controlándola hasta poder manejar cualquier elemento natural inesperado. Esta es la forma mayoritaria en la que se expresa la racionalidad científico-técnica en la actualidad. 

La ciencia, como decía Antonio Gramsci, es una categoría histórica en continuo desarrollo. Caso contrario se convierte en una “hechicería superior”, o sea, en otra religión. En ese entramado de pensamiento y poder, la ciencia tecnicista –entendida como una determinada forma legítima de saber– contribuye a ejercer un control cada vez mayor de los bienes naturales. Esto favorece la acumulación y la dominación que ejercen el capitalismo y la modernidad sobre toda la vida del planeta.

Como propuesta alternativa, en su idea de filosofía de la praxis, afirma que el ser no debería separarse del pensar, las personas de la naturaleza, la actividad de la materia, el sujeto del objeto. En esta búsqueda, a continuación, nos proponemos analizar las posibles articulaciones políticas de dos movimientos activos y relevantes: los feministas y los socioambientales.

La producción y la reproducción: dos elementos de un mismo sistema 

En múltiples oportunidades, nos topamos con discursos que sostienen de manera implícita o explícita que la producción de personas (reproducción social) y la manipulación/control de la naturaleza para la producción de mercancías se presentan como dos cuestiones diferenciadas, incluso aisladas. Sin embargo, hay algo que las une. Tanto la producción de personas como la naturaleza son consideradas medios para la producción de ganancias. Dicho de otro modo, el capitalismo y la consolidación de los estados modernos instrumentalizan la tarea de la producción de personas –o reproducción social– a les trabajadores y a la naturaleza, en función de la producción de ganancias. 

En este sistema, aquellos objetivos validados son los inmediatamente productivos vinculados a la acumulación, dejándose así a un lado aquellos valores que buscan un bien social general y la reproducción. Eso no siempre fue así. En el pensamiento filosófico previo a la modernidad, era el bienestar colectivo lo que ocupaba a quienes se dedicaban a pensar la mejoría de la sociedad toda. Hoy estamos en condiciones de articular diferentes perspectivas filosóficas para construir otra modalidad de relación con la naturaleza, con reconocimiento de las tareas reproductivas. Para ello, podríamos orientar la satisfacción de necesidades al bienestar de toda la comunidad y no a la mera acumulación de ganancias capitalistas, desde una perspectiva no antropocéntrica y respetando los procesos de regeneración naturales.

Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser caracterizan que nuestra sociedad menosprecia la reproducción social por lo que queda en manos de personas que no cumplen con las características del varón cis, blanco, heterosexual, racional, despojado de sus emociones. Este sujeto es el que se dedica a lo importante: la producción de mercancías asociadas a la razón, la política. Mientras tanto, las mujeres, lesbianas, trans, travestis, gays, maricas y no binaries nos ocupamos de las tareas de cuidado, bajo la valoración de estas tareas como inútiles o improductivas y vinculadas a la emocionalidad. Desde nuestra perspectiva, la relación con los bienes naturales también puede entenderse de modo similar a lo que las autoras proponen para la reproducción. En este sistema los bienes naturales no tienen importancia por fuera de la generación de riquezas y bienes de cambio. 

¿Existiría la producción de mercancías sin los bienes naturales extraídos de distintos territorios? ¿Existiría el capitalismo sin que nazcan, se críen y se eduquen quienes trabajan? La producción de mercancías es imposible sin los bienes naturales y sin reproducción de la vida que genere fuerza de trabajo. Es fundamental que nuestras intervenciones tengan en cuenta la articulación de las luchas socioambientales, feministas, de les trabajadores, por el derecho a tierra para vivir. 

Feminismos para vivir y prefiguración de otras formas de relación con la naturaleza

Desde la fusión de la economía feminista y el ecofeminismo, proponemos relacionar la economía con la valorización de los procesos de reproduccion de la vida y desplazar al mercado como única dimensión de análisis. Revalorizar los procesos de reproducción de la vida y, en el mismo movimiento, superar el dualismo sociedad-naturaleza, implica pensar que nuestra sociedad va intrínsecamente ligada a la naturaleza, que no son aspectos independientes sino una unidad. 

Estas perspectivas sugieren pensar la economía y los derechos de acceso a los bienes naturales desde las redes comunitarias y hogares como un punto de partida. Estas redes junto con las organizaciones de trabajadores pueden constituir la base de procesos de generación y distribución de los recursos para la vida, considerando que la misma no existe si no es en su vínculo permanente con la naturaleza. 

Desde estos enfoques, adquiere relevancia la noción de trabajos de cuidado y la interdependencia que sostiene la vida. Si no hay cuidado, no hay vida, y la forma de cuidarnos es colectiva. En este sentido, la extracción de los bienes de la naturaleza, su transformación y distribución deben estar orientados a satisfacer las necesidades de las personas, a sostener la vida. 

Pese a los avances tecnológicos, nada reemplaza el trabajo de las personas, ni a la naturaleza. Como sostiene Yayo Herrero, somos interdependientes y ecodependientes. De esta manera, resulta imperiosa la tarea de cuestionar los niveles de sobreproducción, los niveles de extracción y presión sobre los ciclos naturales, sin perder de vista el acceso a necesidades esenciales bajo un criterio de equidad, teniendo como horizonte la predominancia del valor de uso de los productos que consumimos. 

En la praxis, somos las mujeres y disidencias sexuales quienes nos encargamos de la mayoría de los trabajos para la reproducción de la vida social, así también como quienes impulsamos diferentes movimientos en defensa del ambiente. Mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, maricas, gays, indígenas, campesines y migrantes somos quienes, además de defender los territorios de las lógicas extractivas, ponemos en práctica otras formas de producir y de pensar su relación con la naturaleza, basada en la sustentabilidad y en el respeto por los ciclos de regeneración natural.

¿Por qué pensamos que no es suficiente abordar estas desigualdades y acuerparnos desde una perspectiva esencializada o desde un ecofeminismo esencialista? Por dos motivos. Primero, porque la asociación simple entre la naturaleza como madre tierra y la mujer como madre, en nuestra sociedad y tal como se percibe la maternidad reducida al engendrar, limita y desconoce otras múltiples formas de cuidado que llevamos adelante cotidianamente. Segundo, y más importante aún, porque entendemos que este problema adquiere dimensiones sistémicas, que lejos de reducirse a la degradación de la naturaleza y a la relación que con ella establecemos mujeres, lesbianas, travestis, trans, maricas, gays y no binaries, nos enfrentamos a relaciones de poder históricas que deben abordarse política y estratégicamente desde su complejidad para pensar salidas colectivas y antisistémicas. 

Consideramos fundamental recuperar aquellas alternativas que, en este tiempo de crisis de sustentabilidad, priorizan una relación con la naturaleza basada en la reproducción de la vida. Asimismo, necesitamos buscar nuevas formas de socialización y organización social y económica que nos permitan liberarnos de un desarrollo sustentado en los beneficios monetarios/capitalistas/económico-financieros, que subsume el mantenimiento de la vida a la rentabilidad económica. Esta búsqueda de bienestar general también implica reconocer la diversidad y respetar la igualdad de condiciones, aunque el pensamiento dominante lo menosprecie y catalogue como esteril. 

Horizontes para organizarnos

Para finalizar, entendemos que cuestionar lo instituido, repreguntarnos todo y en ese proceso avanzar en la articulación política entre diferentes movimientos anticapitalistas provenientes de diferentes territorios (urbanos y rurales) es ineludible. Hoy los feminismos y los movimientos socioambientales son actores colectivos que nos desafían a pensarnos en conjunto.

En ese accionar político, consideramos que tener como perspectiva política el bien social general, es un elemento fundamental para resistir el continuo avance del capital sobre nuestras vidas. También nos parece importante avanzar en enfoques que orienten hacia la construcción de otras formas de relación sociedad naturaleza, que supere las dicotomías de la racionalidad instrumental capitalista. En este camino, estas son líneas para continuar pensando. Buscamos animarnos a gestar experiencias diferentes y articulaciones políticas necesarias en este contexto de crisis. Apuntamos a seguir cuestionando el statu quo para fomentar la creatividad y revisar constantemente las prácticas instauradas como únicas posibles. Proyectamos un mundo diverso que avance hacia la superación del capitalismo y el patriarcado como sistemas de opresión. Consideramos que la acumulación de experiencias por parte de estos movimientos, los nuestros, nos permite ensayar qué horizontes queremos construir y qué vida queremos vivir.

Algunos materiales consultados

Adorno, Theodor y Horkheimer, Max. ([1947] 1971). Dialéctica del Iluminismo. Buenos Aires: Ed. Sur. 

Arruzza, Cinzia; Bhattacharya, Tithi; Fraser, Nancy; (2019). Tesis n°5 “La opresión de género en las sociedades capitalistas se funda en la subordinación de la reproducción social a la producción de ganancias” Queremos dar vuelta las cosas” , Tesis n°9 “En su lucha por revertir la destrucción de la tierra a manos del capital, el feminismo del 99% es ecosocialista”  y Posfacio “Empezar por la mitad” en  “Feminismo para el 99% un manifiesto”, Buenos Aires, Rara Avis.

Horkheimer, Max. ([1946] 2007). Crítica de la razón instrumental. La Plata (Bs. As.): Terramar, Caronte Filosofía.

Perez Orozco, Amaia y Agenjo Calderón, Astrid. (2018). “Economía feminista: viva abierta y subversiva”. En CTXT Contexto y Acción, N° 167. Mayo de 2018. Disponible en:  https://ctxt.es/es/20180502/Politica/19356/eonomia-fiminista-heteropatriarcado-genero-cuidados-ecologia-capitalismo-amaiia-perez-orozco.htm

Gramsci, Antonio. ([1948] 1971). “La ciencia y las ideología ‘científicas’”. En El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Notas de 1932-1935. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión. pp. 57-65.

Herrero, Yayo (2014). “Economía ecológica y economía feminista: un diálogo necesario”. En Carrasco Bengoa, Cristina (Ed.), Con voz propia. La economía feminista como apuesta teórica y política. Madrid: La oveja roja. pp. 219–237. Disponible en: http://jmporquer.com/wp-content/uploads/2018/04/EdG-18_Herrero-Yayo_Economia-ecologica.pdf

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Piwke Rosas

piwkerosas@gmail.com

Prof. en Historia, docente de educación media

Lorena Riffo

lorenanriffo@gmail.com

Lic. en Comunicación Social, docente universitaria