Sobre la intervención de las organizaciones en Guernica

La izquierda intervino con perspectivas unitarias en la disputa contra punteros y lúmpenes. También brotaron los sectarismos y corporativismos en los momentos culmines de la lucha. Reflexionamos para fortalecer la lucha unitaria, desde la nueva cultura militante, para luchar mejor.


No nos interesa mantener un debate epistolar o cruzado entre las organizaciones que nos reconocemos parte del campo de la izquierda argentina. Menos en un contexto de ataque maccarthista de parte del gobierno y sus defensores. Por el contrario, buscamos un intercambio que nos permita afrontar el ejercicio de la reflexión para que nuestra acción militante se dote de eficacia y sentido transformador.

A diferencia de lo que suelen ser gran parte de los debates entre las organizaciones, buscamos que prevalezca la contrastación de ideas y no las difamaciones de todo tipo. Pararnos desde una nueva cultura militante a la hora de debatir nos parece algo que urge para aquelles que entendemos el conocimiento como parte necesaria e imprescindible para el desarrollo de la praxis revolucionaria.

La lucha por la recuperación de tierras en Guernica dejó varias enseñanzas, reflexiones, balances y tareas en el seno del campo popular. En este caso particular, nos interesa dar cuenta del tipo de articulación que se dio entre los movimientos sociales, partidos de izquierda y activistas que tuvieron intervención directa en la toma, con el objetivo de aportar nuestra mirada al debate de ideas entre tendencias de izquierda. 

El 18 de julio de 2020, en medio de la pandemia mundial por COVID-19, miles de familias iniciaban la ocupación de varias hectáreas en el predio ubicado en Guernica, al sur del conurbano. Los inicios tuvieron un carácter presuntamente espontáneo, más allá de la especulación de punteros municipales y de sectores lumpenizados que veían en la toma un posible negocio. Los movimientos sociales intervinieron una semana después, encontrándose con una toma desorganizada  y dividida, con un sinfín de conflictos internos, bandas que desalojaban por la fuerza a las familias, delincuentes de distintos rubros, gente que vendía y re-vendía terrenos y operadores municipales y policía que, con censos truchos, lograban judicializar a 533 personas del lugar.

En el barrio que luego se llamó “20 de julio” había un componente de sectores del PJ que habían hecho la campaña de Blanca Cantero y, como forma de pago, tenían vía libre para tomar esas tierras, incluso a partir del diseño de una urbanización del barrio, algo que no suele suceder en las tomas espontáneas. Desde allí surgieron numerosos ataques a la organización general de la toma, intentos de división y negociación aparte de la Coordinación de delegades y organizaciones que, con mucho esfuerzo, logramos construir.

La intervención de sectores del PJ, entremezclados con barrabravas, se volvió un escollo importante por dos cosas: porque generaba las condiciones para la deslegitimación social del proceso, por un lado, y porque allanaba el posterior avance represivo del Estado y la Justicia, por el otro. Conscientes de esto, los movimientos sociales empezaron a encontrarse en las más de 100 hectáreas que comprenden el lugar en disputa. Así, en las primeras semanas de agosto, empezó a confluir el activismo de organizaciones territoriales y políticas, quienes junto a vecines no agrupades, lograron diseñar una intervención conjunta para combatir y reducir al lumpenaje y los punteros municipales, mientras se iniciaba una coordinación sistemática para organizar las asambleas y el cuerpo de delegades. Es decir, la tarea de las primeras semanas, de fin de julio hasta la primera quincena de agosto, fue evitar las confrontaciones (hasta físicas) entre barrios. Luego las tareas tuvieron que ver con construir asambleas, elegir delegades, más tarde un proto-cuerpo de delegades de los cuatro sectores y coordinar entre las organizaciones sociales y políticas que tuvieran compañeres viviendo en la recuperación de tierras. Urbanizar el barrio, construir las comisiones de trabajo para impulsar salud, género, niñez, prensa, autocuidado y legales: un barrio obrero en progreso y de lucha. 

Lo acordado se llevó a cabo y no fue gratis. Al poco tiempo, un delegado fue baleado de gravedad y la policía liberó la zona varias veces a grupos de choque enviados por los que se reclamaban dueños y, en realidad, están ligados al PJ: en agosto hubo cinco ataques organizados por punteros y bandas, en particular cuando salíamos del barrio para movilizar al Municipio de Guernica. A esto se suma la detención e intentos de gatillo fácil contra jóvenes que se encontraban en las inmediaciones del predio. Aún así, luego de un mes, se constituyó una estructura organizativa con delegades por barrios y un esquema asambleario que garantizaba la democracia de base en condiciones muy adversas, fruto de la intervención rupturista del Estado y la estigmatización de los medios masivos hegemónicos. Consecuentemente, la representación de la toma quedó expresada en el cuerpo de delegades que, en varios casos, eran activistas barriales de muchas de las organizaciones presentes pero donde también existía un componente no agrupado que hacía su primera experiencia de lucha.

En este sentido, destacamos la unidad construida en base a la autoorganización democrática de les trabajadores, que construían sus propias herramientas de la mano de los movimientos territoriales sociales y políticos. En el proceso de un mes se había desarrollado una estructura organizativa que daba una orientación general a 2500 familias. Esto no impidió que, tiempo después, empezaran a visualizarse las primeras diferencias entre las organizaciones en el lugar. 

Cuarenta días después de iniciada la recuperación de tierras en Guernica y con el conflicto de vivienda instalado en los medios masivos, empezaron a intervenir en el territorio organizaciones sin construcción territorial previa, como el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), entre otros. En principio, su rol se abocó a colaborar desde afuera con la resistencia de las familias para, luego, empezar a intervenir en los debates de la toma, acción totalmente legítima en lo que hace a la democracia obrera y popular. ¿Dónde radica la crítica o diferencia con estas organizaciones? En el tipo de intervención llevada a cabo.

Con la intención de ganar adeptes, cuarenta días después de iniciada la toma, el PTS utilizó las más variadas estrategias (principalmente paralelizando los espacios construidos en el mes previo), sin importar el carácter despolitizante de las mismas, sembrando desconfianza y cargando los cartuchos contra les delegades acusándoles de burócratas y elitistas, sin respetar el proceso previo en la recuperación de tierras y construyendo “enemigos internos”, jugando con la  desesperación de las familias por la demora en la resolución del conflicto. En ningún caso midieron las consecuencias de ese tipo de intervención en un clima en general violento, que en una facultad puede no traer como resultado las agresiones físicas pero que, en un ámbito territorial con un componente lumpen, podía jugar con la vida de una delegada. 

Tal es así que, desde afuera, se dedicaron a construir desconfianza a la estrategia de negociación que se había gestado al calor de los debates en la Coordinación de Delegades, organizaciones y asambleas: en relación a la correlación de fuerzas desfavorable y a partir de la experiencia previa, se había acordado aceptar tierras en otro lado, idea expresada en el “Tierra por Tierra”. Sin medir la relación de fuerzas con el Estado y con un desconocimiento asombroso de la historia de las tomas de tierras en el país, agitaban consignas contra el planteo consensuado. No había mucha fundamentación de tal posición, menos aún ante el escenario adverso que se atravesaba, con el lobby mediático y empresarial en primera línea. Desde la mera agitación, se proponía cercenar una de las posibilidades que las clases populares se han dado a lo largo de la historia para poder obtener un triunfo y arrancarle al Estado un derecho tan básico como es el acceso a la tierra y la vivienda. En 40 años de lucha por tierra en el conurbano, las relocalizaciones o el Tierra por Tierra han sido parte de un factor de victoria de esa lucha y los ejemplos son numerosos. 

¿Por qué desconocen que la pelea por la tierra en infinidad de veces se ha resuelto favorablemente para los sectores populares mudándose a otro terreno? ¿Acceder a terrenos para 1400 familias que perdurarán para ese entonces fuera del predio tomado era una derrota? Estas son algunas preguntas que nos hacemos e invitamos a responder a aquellas organizaciones que extremaron las diferencias en torno a dichas consignas. 

Deslegitimación del cuerpo de delegades

Estas organizaciones, al no hegemonizar la dirección del proceso, intentaron deslegitimar desde afuera de varias maneras: 1) Desconociendo la elección de delegades por barrio a lo largo de los cuatro barrios conformados en la toma; 2) Pretendiendo imponer delegades sólo por afinidad a su organización, principalmente del colectivo de mujeres que se formó en base a la militancia del PTS y que logró un incipiente anclaje en el ultimas 3 semanas; 3) Paralelizando algunas  comisiones, como la de género, o haciendo al principio donaciones a sectores punteriles del PJ del sector 20 julio que criticaban a la organización de la toma (en este caso, su falta de experiencia les llevó a creerle a un supuesto sector “independiente” que era, en realidad, un sector ligado a Blanca Cantero, la intendenta del PJ; uno de ellos se hizo famoso por salir a denunciar la organización de la toma con el discurso de Larroque).

Lastimosamente, ante la mirada del Estado y el gobierno, no repararon en divulgar denuncias públicas respecto a lo “antidemocrático” de un proceso construido con mucho esfuerzo y poniendo en riesgo físico a las delegadas. Esta situación generó, en varias oportunidades, que vecines e integrantes del cuerpo de delegades de la toma plantearan la expulsión de dicha militancia, cuestión que finalmente no ocurrió por la mediación del resto de las organizaciones. 

La previa al desalojo y la falsedad sobre el acta acuerdo

En la etapa final de la negociación con el Estado, surgió la opción de que uno de los barrios, La Unión, pudiera retirarse del lugar para trasladarse a otras tierras provisorias propuestas por el gobierno y aguardar allí la asignación de lotes. En el caso de que no se concretase la promesa, la perspectiva era construir el barrio en el lugar asignado de manera transicional. Esta negociación estaba atada al freno del desalojo en el resto del predio, que se mantendría ocupado hasta que la Provincia asignara los lotes prometidos. Un “tierra por tierra” diferido hasta que estén los lotes definitivos en 6 meses: si el Estado pretendía que los barrios se fueran de las tierras de Guernica, debía otorgar tierras en otro lugar. Todo esto estaba sujeto a un acta acuerdo que seguía en debate hasta último minuto y que, finalmente, no fue firmada porque el gobierno y el fiscal no cumplieron con lo preacordado, que implicaba no desalojar a los otros barrios hasta encontrar una solución general.

En paralelo a esta propuesta, los principales grupos empresariales del país llevaban sus propias negociaciones y días atrás habían solicitado al presidente Alberto Fernández no sólo el desalojo de Guernica sino también de las tierras que el MTE ocupaba en Entre Ríos y otra decena de tomas. A pesar de una correlación de fuerzas que se inclinaba en favor del lobby empresarial, algunas organizaciones optaron por rechazar la opción que denominamos “tierra por tierra” porque veían una situación donde el gobierno no iba a reprimir y suponía que la lucha podía dar para más. Esta posición, en sí misma, no fue un problema porque está atada a las valoraciones que los distintos sectores hacen del conflicto. Lo cuestionable y dotado de una mala cultura militante es lo siguiente: la propuesta inicial se votó en los cuatro barrios y obtuvo una amplia mayoría en tres,  también en el cuerpo de delegades, pero infundadamente se dio la espalda a tal decisión de democracia de base. Al punto tal que varios grupos políticos organizaron una movilización ¡contra les delegades del barrio La Unión, incluso trayendo militantes de su partido! ¿Qué buscaban? ¿Generar una confrontación física entre les trabajadores? 

Finalmente, Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández definieron ceder ante los planteos de Coto, Techint, Clarín y dar luz verde a la bonaerense de Berni. El pacto social propuesto por Cristina Kirchner a través de una carta pública el martes 27 de octubre exigía tal sacrificio en aras de calmar a la gran burguesía y asegurar la propiedad privada que supuestamente estaba en cuestión.

A modo de cierre

Que quede claro: las responsabilidades de la represión y el desalojo no están en discusión. Hacemos responsables totalmente al gobierno nacional y provincial, a la Justicia y al lobby empresarial. 

Ahora bien, son muchas las enseñanzas que suelen dejar los procesos de lucha de los sectores populares, ya sea por emulación o rechazo. En este caso, la arista de la unidad de acción entre las organizaciones de izquierda (llamado Frente Único Obrero en la tradición de la Tercera Internacional) nos parece una situación a atender de cara a los tumultuosos tiempos que se ciernen en el futuro mediato. Por eso, vemos que la unidad en la reorganización de la toma es un aspecto a valorar, destacar y emular en luchas futuras. 

Pero la intervención de las organizaciones no puede contentarse en la acción declamativa de la lucha sino principalmente en mostrar ante la sociedad la posibilidad del triunfo para aquelles que se organizan desde abajo, con independencia política y en franca lucha contra los patrones y el Estado. Buscar ganar protagonismo para una organización y consolidar las propias posiciones, aun a costa de hacer estallar la unidad que con muchas dificultades se logra construir y sin tener en cuenta lo que se juegan miles de familias que se inician en la lucha contra sus verdugos, es actuar con suma irresponsabilidad. Para peor, impulsar una campaña de deslegitimación contra les delegades democráticos de base no permite avanzar en la construcción de una correlación de fuerzas favorable para obtener victorias parciales y favorece la fragmentación, la desorientación y el debilitamiento de la organización colectiva. Vemos, en gran parte de la intervención de varias organizaciones, un claro ejemplo de lo que NO debe hacerse en una intervención territorial o barrial. Desde hace más de 25 años, quienes nos reconocemos dentro del movimiento piquetero que no ha conciliado con los partidos del régimen, buscamos la unidad de acción contra el Estado y los punteros, el fortalecimiento de les delegades, el respeto de la democracia de base y la autoactividad de les trabajadores, luchando sin sectarismos ni corporativismos. Desde esa matriz de acción surgen nuestras reflexiones sobre una lucha que aún no terminó. Luchamos para que la izquierda socialista sea una opción ante la sociedad pero no sólo en el plano electoral sino, además, desde la organización y la lucha en la calle. La construcción de la unidad requiere pasar en limpio acuerdos y desacuerdos para fortalecernos y luchar mejor. Anhelamos y nos organizamos para que les trabajadores vean en las organizaciones revolucionarias un espacio desde donde luchar y ganar los derechos arrebatados, recorriendo el camino hacia la construcción de una alternativa socialista y feminista.

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