Triunfos que huelen a derrotas y el acuerdo con el FMI como única certeza

Legislativas 2021

Las elecciones legislativas del 14 de noviembre dejaron un panorama en el cual cada partido tuvo “algo que celebrar”. Para Juntos, el enorme caudal de votos que lo posiciona como primera fuerza a nivel nacional. Para el Frente de todos, el achicamiento de la diferencia con Juntos respecto a lo que fueron las PASO. Por su parte, el Frente de Izquierda- Unidad hizo una buena performance que la ubica como tercera fuerza a nivel nacional, destacándose el caso de Jujuy en donde la lista obtuvo un 25% de votos, así como también resultó novedosa la banca obtenida en representación de CABA y varias bancas locales. Pero más allá de los resultados electorales, lo cierto es que el panorama político, económico y social está fuertemente condicionado por la crisis profundizada en torno a la pandemia y el acuerdo con el FMI (buscado y celebrado por todas las fuerzas políticas patronales). En este contexto, se vuelve tarea de primera hora organizar las fuerzas de la clase trabajadora en todos los ámbitos en los que ésta se expresa en pos de profundizar la organización por abajo y resistir el ajuste a costa de nuestras vidas y territorios. 

Los partidos festejan pero…

La fuerte derrota del oficialismo en las Primarias Abiertas de septiembre se vió matizada mínimamente en estas elecciones generales donde el Gobierno Nacional, tras dos años de gestión, finalmente perdió más de 5 millones de votos en comparación con las elecciones del 2019. 

Demasiado poco significaron las recuperaciones en Chaco y Tierra del Fuego o en algunos distritos del conurbano bonaerense que, pese a todo, permitieron los ensayos narrativos que improvisaron las espadas oficialistas (“ellos ganaron perdiendo y nosotros perdimos ganando” al decir de Tolosa Paz) o el acto de apoyo a la gestión de Fernández. Lo cierto es que tras el colapso económico de la gestión macrista, el severo ajuste sobre las condiciones de vida de las mayorías impulsado por el Gobierno Nacional decantó en las urnas.

Vaya encerrona para el oficialismo cuyas posibilidades de fortalecerse de cara al 2023 son débiles, si se tiene en cuenta que dicha derrota es parte del derrotero iniciado por el objetivo que se impone el gobierno y la derecha opositora de negociar un acuerdo con el FMI, aunque eso implique en los hechos arrojar a un sin fin de personas a la pobreza y despojar los territorios al ritmo de la profundización del extractivismo y el agronegocio.  En un escenario que ya es complejo por la crisis que profundizó la pandemia, se procura garantizar una reducción del déficit fiscal para avanzar  en un acuerdo con el fondo, tal como pudimos ver minutos después de los primeros resultados, al anunciar el presidente un proyecto que se propone metas en consonancia con las exigencias de este organismo internacional.

El ajuste a las jubilaciones montado sobre la ya regresiva reforma previsional macrista, el ajuste al salario, el congelamiento al salario mínimo durante la mitad de la gestión actual fueron condicionantes a la hora de medir el impacto electoral de un Frente que se promovía como una salida popular y con vistas a recomponer el salario, pero que terminó sacudiendo las expectativas despertadas en pocos meses y que las medidas de apuro tomadas tras las PASO poco pudieron para revertir el escenario. 

Pero eso no es todo. Como decíamos, el gobierno ya anunció la presentación de un “Programa Económico Plurianual de Desarrollo Sustentable” del cual aún se sabe poco, pero que incidirá sobre algunas variables económicas (valor del dólar, precios en las tarifas, metas fiscales, etc.) y con el cual buscarían arribar a un pacto económico con los diferentes partidos capitalistas (Juntos por el Cambio, Avanza Libertad, etc) con vistas a cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario en los próximos meses. Ajuste sobre ajuste sobre ajuste.

Por otro lado, la oposición reaccionaria también tuvo una ligera depreciación en sus votos si las comparamos con el 2019, salvo por la lamentable aparición de Avanza Libertad, verdadero antro de negacionismo, conservadurismo social y liberalismo económico, que quedó en cuarto lugar en el recuento nacional. Si bien Juntos por el Cambio “vendió” la elección como una victoria, lo cierto es que a duras penas pudieron sostener los porcentajes de hace dos años cuando fueron derrotados en las presidenciales. El desplome electoral del Frente de Todos ocultó que pese a sus victorias en las provincias populosas del centro geográfico argentino (Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Mendoza o el distrito porteño), lo cierto es que la coalición entre el PRO, la CC y la UCR perdió cerca de un millón de votos respecto a dos años atrás. Si bien la deja peligrosamente indemne de cara a las presidenciales del 2023, el desplome electoral oficialista no fue capitalizado por este sector de la derecha, sino que entendemos que hubo una fuga de votos desde las principales coaliciones hacia posiciones aún más reaccionarias (Avanza Libertad), así como también, en el otro extremo, hacia la izquierda anticapitalista (Frente de Izquierda – Unidad). Además, hubo un crecimiento de la abstención electoral frente al 2019 que da cuenta de un sector importante de la sociedad que mira con escepticismo la expresión institucional del escenario político general.

¿Qué perspectivas nos esperan?

El mensaje de Alberto Fernández de apostar el todo por el todo a un acuerdo con el FMI con el respaldo de JxC, fue acompañado por la CGT, buena parte del PJ y los movimientos sociales más albertistas con el acto en Plaza de Mayo del miércoles 17. El matiz estuvo dado por la delimitación con Macri y Milei, lo que echa sal en la interna de JxC.

La prenda de cambio para el respaldo de Juntos por el Cambio y la gran burguesía argentina al acuerdo con el FMI es el ahora llamado “plan plurianual” sobre el cual hay coincidencias de que implicaría una continuidad del ajuste en curso en base a una devaluación del peso y menor emisión del mismo, gasto público, salarios y jubilaciones contenidos y aumento de tarifas. El punto de la discordia entre la burguesía local más JxC (y el mismo presidente) versus el FMI sería el aumento de impuestos a los sectores más pudientes, sea vía impuesto a la riqueza, bienes personales, retenciones a las exportaciones, etc.

Las reformas estructurales regresivas pendientes (laboral y previsional) pueden patearlas para el 2024, en la medida en que siga el ajuste a las jubilaciones y se avance con medidas de  flexibilización laboral sector por sector, tal el caso hoy de Toyota, por ejemplo.

Y en definitiva el toma y daca consistiría en que el Frente de Todos compre tiempo para empezar a pagar post 2023, a cambio de profundizar la entrega de la soberanía nacional con la sujeción de la política económica y conexas a una misión permanente y plenipotenciaria del FMI en nuestro país.

En este escenario el kirchnerismo se verá obligado a tomar graves decisiones. Estos dos años viene legitimando el ajuste y la represión, a cambio de ciertos espacios de poder en el gobierno. Pero a la par, todo esto viene horadando su propia fuerza al dejar sin sustento su discurso de mejora en los derechos y la calidad de vida de los sectores populares. 

Las perspectivas por abajo

En los sectores populares el descontento no ha dejado de crecer en estos dos años, con variantes entre la bronca y la resignación. El crecimiento del voto al FITU expresa más lo primero y el abstencionismo y el voto al Frente de Todos más bien lo segundo. La bronca también se expresa en la fortaleza de los movimientos piqueteros independientes del gobierno, que se expresa a su vez en un mayor crecimiento electoral del FITU en el segundo cordón del GBA atravesando una línea roja que va zigzagueante de Berisso a José C. Paz. Otros dos puntos fuertes de este crecimiento electoral y de las organizaciones populares se ha dado en el norte de Chubut y en el conjunto de Jujuy, con el enorme porcentaje de votos que obtuvo la lista encabezada por Alejandro Vilca, trabajador de la recolección de residuos.

En cambio, la zona núcleo del capital agroexportador ha visto consolidarse a JxC, con una caída del FdT y un bajo piso del FITU. Caso aparte es CABA donde el crecimiento del FITU puede explicarse en buena medida por una candidatura como la de Myriam Bregman que consiguió dialogar, desde una posición antisistema y feminista, con los sectores medios y populares.

Desde el punto de vista de los movimientos sociales, quien ha demostrado más dinamismo, además del movimiento piquetero, es el movimiento ambientalista antiextractivista. Los movimientos sociales en nuestro país dan cuenta de una acumulación de experiencias y articulaciones que no debe subestimarse, tanto los activos movimientos piquetero y ambientalista como el movimiento feminista, de DDHH, estudiantil, cultural y comunicacional, así como un importante sindicalismo de base.

De conjunto la situación tiene mucho de incertidumbre. Si se avanza en el acuerdo de ajuste y entrega al FMI beneficioso para  el capital extractivista, ¿qué rol jugarán los sectores que apoyan al gobierno desde cierto umbral “progresista” y cuál sería la reacción popular? ¿Podrán estos sectores seguir desligándose del ajuste en ciernes? Los motivos para retomar una lucha al estilo de las que tuvieron lugar en diciembre 2017 son mayores que en aquel momento, si bien ahora la actitud del kirchnerismo, las centrales sindicales y los movimientos hoy albertistas es otra.

Es nuestra fuerza organizada, la de la unidad de todos los sectores combativos de la clase trabajadora que venimos luchando contra el extractivismo, el ajuste, la precarización laboral, la represión y la violencia patriarcal, la que podrá impulsar una salida popular a esta crisis. Una salida que, desde una perspectiva ecosocialista y feminista, se plantee construir un mundo sin miseria ni opresión. A ello es preciso abocar nuestros mayores esfuerzos para construir una fuerza social y política que ponga en pie con osadía las iniciativas que  recuperen las necesidades y anhelos de los pueblos en lucha y permita acumular poder popular, desde abajo y a la izquierda. 

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