Abrir el FITU y salir de la interna

Desde la Corriente Social y Política Marabunta hace años que apoyamos al FITU, hemos participado en sus listas y realizamos llamamientos para colaborar en sus campañas, porque consideramos necesario fortalecer al único frente electoral que expresa un programa anticapitalista en la Argentina y reconocemos que con su trayectoria de más de 10 años, se ha constituido como una clara referencia de izquierda hacia la sociedad en su conjunto. Mientras la crisis estructural del capitalismo argentino y la sujeción a las políticas económicas del FMI, pulverizan día a día las condiciones de vida de amplias capas de la clase trabajadora, el FITU permanece en el debate de las candidaturas y la disputa por la hegemonía del espacio una vez más, desaprovechando un contexto social, económico y político que puede consolidarlo como alternativa política de lxs de abajo. Para ello, consideramos que el FITU debe dejar atrás el internismo entre los partidos que lo integran y abrir el espacio al conjunto de las organizaciones de izquierda anticapitalista para cimentar una alternativa de la clase en su conjunto.

La profundización de la guerra en Ucrania complejiza la endeble situación de la economía mundial. Por un lado, aumenta los costos de los alimentos y energía, lo que genera un incremento de la inflación promedio mundial. Por otro, profundiza las disputas entre las potencias por sus bloques de cercanía. En este sentido, la guerra es un punto de inflexión que pone en duda la hegemonía estadounidense y reubica el rol global de la OTAN. En suma, la hegemonía definida tras la Segunda Guerra Mundial sobre Occidente está en discusión y tanto Rusia como China ven la oportunidad de crecer en influencia internacional.

Esta disputa global tiene su expresión latinoamericana, ya que nuestro continente es un territorio vasto en bienes comunes deseados por las grandes potencias. En los últimos 15 años China se posicionó como la potencia con mayores avances en términos comerciales, financieros e infraestructurales, desplazando paulatinamente la centralidad de EE.UU. La potencia imperial parece estar en un proceso de cambio pero el extractivismo queda. Puede cambiar la potencia imperial, pero las grandes ganancias se siguen yendo afuera.

En el plano nacional, las diferentes fracciones del capital local se vinculan con distintas potencias y se amontonan para rifar los bienes comunes al mejor postor sin mayores proyectos de desarrollo que el de recibir migajas, profundizando el extractivismo y la explotación de las poblaciones locales.

En ese marco se agudiza la crisis del gobierno de Alberto Fernandez. Luego del tembladeral y las corridas producidas por la renuncia del ex ministro de Economía Martín Guzmán, el superministro Sergio Massa erige un rotundo fracaso en su misión de frenar la inflación y aumentar las reservas. Mientras que su política económica continúa atada al libreto del FMI: ajuste estructural sobre las cuentas públicas, sin políticas redistributivas, por lo que aumenta el nivel de pauperización la clase trabajadora en general y de las capas más bajas en particular. Políticamente el FDT no funciona: un pequeño núcleo se mantiene fiel a Fernández, mientras que el kirchnerismo (que lo llevó al poder) se construye como oposición hacia adentro, contribuyendo al debilitamiento de su propio armado. Las expectativas del sector de Massa están ligadas al éxito de su gestión al frente de Hacienda, pero ante los magros resultados mes a mes se licuan sus aspiraciones -así como los salarios-. La actualidad del gobierno, es la foto del fracaso del “proyecto progresista” impulsado a fines del 2019. Lo que llamamos “progresismo sin nafta” no alteró en lo más mínimo el camino de crisis y deterioro de las condiciones de vida de lxs trabajadorxs preparado por el macrismo con su política de ajuste y la deuda odiosa, ilegítima e ilegal contraída con el FMI.  

Con la crisis del gobierno aumentan las expectativas de las expresiones opositoras. JxC como principal coalición aspirante, hoy se trenza en durísimas internas. El radicalismo y el sector larretista del PRO ofrecen la opción de centro derecha -en sintonía con sectores como el de Massa-, mientras que el sector comandado por Patricia Bullrich se planta como la opción derechista, profundizando su discurso de odio contra el feminismo, los pueblos originarios y el movimiento piquetero. Al costado de Bullrich emerge desde las últimas elecciones Javier Milei, expresión nacional de la extrema derecha ultraneoliberal, que radicalizó el discurso reaccionario corriendo los márgenes políticos hacia la derecha. 

El escenario actual no solo muestra la crisis de un gobierno sino  también el fracaso e inviabilidad del proyecto progresista de gestión del Estado burgués, que resulta impotente frente al bloque de corporaciones -agro, industrial, bancario, comunicacional y trasnacional extractivista- que potencian la inestabilidad económica, la concentración de riquezas y el saqueo de los bienes comunes. 

Por abajo, la crisis acumula demandas irresueltas que se suman al aumento de los procesos de lucha por sector. Todo ello tendrá al FITU como caja de resonancia en las próximas elecciones y será la oportunidad de consolidarlo aumentando su masividad. 

Como ya dijimos, son muchas las virtudes construidas por el FITU desde su surgimiento: constitución de una referencia de izquierda anticapitalista en la disputa política nacional, su participación en las luchas sociales y obreras, intervenciones políticas en el parlamento desde una perspectiva clasista y feminista, entre tantas otras. Sin perjuicio de ello y en virtud del escenario político descrito anteriormente -que habilita y requiere de intervención política desde abajo-, el FITU no escapa a la dinámica de las disputas internas en las que se encuentran las coaliciones comandadas por los partidos patronales. La lucha por la hegemonía por parte del PO y el PTS, reflejado en sus debates públicos, destapan una descarnada intención de autovalidación a partir de la crítica furibunda a la construcción ajena. Esta práctica es habitual en esos partidos y  se traduce en acusaciones cruzadas, en exagerar determinadas derivas de la orientación política del contrincante (sea por parlamentarista, sea por movimientista, reformista, etc). En este caso, la disputa de cargos electivos para las próximas elecciones, resulta preocupante para una fuerza política que se pretende revolucionaria. Más allá de lo coyuntural, esta lógica de debate interno, como una lucha intestina cargada de acusaciones públicas y prácticas dejan a la “unidad” en un plano secundario, desvirtúan la herramienta del frente electoral anticapitalista y alejan a lxs trabajadorxs y el pueblo pobre del programa político del FITU y del proyecto socialista de la sociedad que queremos. 

Sostenemos la necesidad de superar esta dinámica, lo cual será posible en tanto el FITU trascienda la herramienta del frente electoral y exista claridad sobre la necesidad de crear una referencia anticapitalista mayor como posibilidad de soñar otro mundo. En esta línea, como elemento importante, creemos que el FITU debe incluir nuevos actores y actrices politicxs provenientes de las luchas sindicales, feministas, socioambientales, así como de las organizaciones anticapitalistas revolucionarias de las distintas tendencias y tradiciones políticas, que puedan aglutinarse detrás de un programa común. El FITU puede ser una herramienta para encauzar la unidad de las luchas reivindicativas hacia un horizonte político de transformación radical de la sociedad, aglutinando los esfuerzos de las militancias clasistas, socialistas y feministas de cada lugar del país. La inclusión de nuevas tendencias políticas, permitirá que el programa del FITU dialogue con nuevos sectores del pueblo pobre y trabajador, eleve la politización del activismo e invite a los sectores desencantados del impotente proyecto progresista-kirchnerista a apostar por un cambio social profundo. 

El precedente planteo no implica negar las diferencias programáticas y teórico políticas que existen entre los partidos y corrientes de la izquierda anticapitalista argentina. Desde Marabunta, abonamos a la construcción del socialismo feminista desde abajo. Ponemos nuestro esfuerzo militante en distintos espacios de autoorganización de la clase, a partir de una práctica prefigurativa que sea germen de la sociedad por la que luchamos, mientras asumimos las tareas de construcción de nuestra herramienta política y su programa. Tenemos diferencias políticas con los partidos y corrientes trotskistas, así como también las tenemos con otras tendencias. Ello no obsta las grandes coincidencias que, por cierto, deben ser ponderadas, en pos que las izquierdas de nuestro país, latinoamérica y el mundo, construyan espacios de unidad y disputa por la hegemonía con una clara orientación de ruptura con las relaciones sociales capitalistas, conviviendo en un marco de libertad de tendencias. 

Creemos que el FITU debe ser expresión de una alternativa política de lxs trabajadorxs y sectores en lucha, que sea caja de resonancia de las luchas desplegadas por el pueblo en el marco de la crisis económica, ecológica y de representación que se avizora. Nuestro planteo de abrir el frente de izquierda no significa ampliar la disputa interna por cargos electivos, sino la construcción de una mesa de debate política entre las tendencias de izquierda, de coordinación en el plano electoral y de profundización de la lucha política y en las calles de los distintos sectores, sindicatos, territorios, colectivos y movimientos donde se desarrolla nuestra intervención. En este contexto social y político, marearse en internas por cargos electivos es un error que no sólo paga el FITU sino que va en desmedro de todxs lxs que luchamos por el socialismo. Alentamos desde nuestro espacio un debate donde prime la claridad estratégica, para que la izquierda anticapitalista esté a la altura de las tareas que demanda la etapa. 

Con todo esto, llamamos a los partidos del FITU a que impulsen instancias de debate y apertura hacia otras fuerzas políticas de izquierda anticapitalista que nos encontramos en la calle, para romper la fragmentación y fortalecer la unidad en todos los ámbitos.