Crisis orgánica y situaciones revolucionarias. Notas y discusiones para el presente

Crisis orgánica y situaciones revolucionarias. Algunas notas teóricas y discusiones para el presente 

La pandemia del COVID-19 (su gestión social) ha empujado a una de las mayores recesiones económicas en la historia del capitalismo. Frente a esta verdad, en contraste, es más dudoso afirmar una crisis de poder o, más aún, situaciones revolucionarias. Para profundizar en esta idea, este artículo propone discutir los conceptos de crisis y situaciones revolucionarias. Si bien el entendimiento de las situaciones revolucionarias ha sido y es fundamental para la estrategia, su definición teórica es inadecuada o contradictoria. El objetivo de estas notas es afinar estos conceptos. 

Por Agustín Santella


En aras de simplificar la exposición podemos distinguir dos acepciones. En la primera, la situación revolucionaria es resultado de la misma crisis, que hace imposible la continuidad de la dominación de clase. En una segunda acepción, lo peculiar de la situación revolucionaria es la dualidad de poder. Gramsci ha acuñado el concepto, muy usado, de crisis orgánica que no solo refiere a la economía, sino al poder como fenómeno global(1). Por tanto, a las relaciones entre crisis y situación revolucionaria, debemos agregar una exploración en torno del sentido de las crisis orgánicas, ya que en estas también el poder entra en crisis, no solo la economía. La crisis orgánica plantea el cuestionamiento de la dominación de clase, pero que no equivale al sentido de las situaciones revolucionarias. En estas últimas no solo el poder de la clase dominante entra en crisis sino que este es confrontado por el poder de las clases subalternas. Por tanto, también debemos diferenciar crisis orgánica de situación revolucionaria(2). 

El problema que nos planteamos, en términos generales, hace a la relación entre crisis y revolución. Una idea repetida en el debate político es asociar la crisis con la revolución. En el mismo marxismo ha influido esta tendencia de asociar inmediatamente ambos procesos. Muchos análisis de la Tercera Internacional en los años 1920 continuaron con esta asociación mecánica o inmediata entre crisis y revolución, y todavía hoy permanece esta concepción en una parte importante del trotskismo (por ejemplo en el argentino Jorge Altamira). Rosa Luxemburgo señaló que la crisis general del sistema puede llevar a la “barbarie”, y no a la revolución, de no presentarse la actividad revolucionaria de las masas proletarias. La cuestión específica a la que se refiere la idea de situación revolucionaria es la de analizar el conjunto de condiciones de las que se compone el proceso revolucionario. Estas condiciones son de orden ideológico y político, además de económico, y su análisis surge de entender que el curso revolucionario no es un proceso natural de la crisis sino uno en el que intervienen las luchas conscientes de las clases. 

Aunque les marxistas, a lo largo de más de un siglo de experiencia, han debatido esta cuestión, siguen presentándose ambigüedades. La diferencia entre posibilidad de la revolución, y revolución misma, define la categoría de situación revolucionaria: es la situación en la que se da esta posibilidad como algo concreto e histórico presente. No es la revolución, sino el momento previo necesario. Identificar este tipo de situación es necesario para realizar acciones estratégicas adecuadas para intervenir políticamente en tal sentido. Analizar una situación como revolucionaria permitirá preparar a «la vanguardia» o «el partido» para tareas específicas que conduzcan al desarrollo de la revolución misma, es decir, que las clases dominadas y explotadas desplacen del poder a la clase dominante y cambien las relaciones sociales. En la tradición marxista, la revolución se define como el proceso de transformación del poder político de clase conjuntamente con las bases de este poder, que son las relaciones sociales de producción. Son las contradicciones del sistema de relaciones sociales las que conducen a esta posibilidad. 

En lo que sigue queremos avanzar en esta discusión a partir de las dos definiciones más usadas por les marxistas: una de Lenin y otra de Trotsky. Acompañaremos estos conceptos con el de crisis orgánica de Gramsci como concepto intermedio. Buscaremos ver el concreto de estas definiciones genéricas en ejemplos, caros a la experiencia y a la coyuntura mundial. 

Los usos de Lenin, Gramsci y Trotsky

Si revisamos el análisis marxista en la Argentina de una de las situaciones históricas más conflictivas, como ha sido la de los años 1969-1976, veremos que se la ha caracterizado como revolucionaria a partir de una definición clave dada por Lenin hacia 1914. Esto lo podemos leer en autores tan influyentes como Juan Carlos Portantiero o Beba Balvé (en 1970) y otros actuales como Ruth Werner y Facundo Aguirre (autores del libro La insurgencia obrera, 2007, versión cuasi oficial del PTS sobre ese período). Dado que todos ellos se basaron en la letra del dirigente ruso, copiaremos la cita para luego comentarla: 

“A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuales son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual “crisis” de las alturas, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases populares. Para que estalle una revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran” sino que hace falta que los de arriba no puedan seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación fuera de lo común de la miseria y de los sufrimientos de las clases populares. 3) Una intensificación considerable, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en eṕocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos de “arriba”, a una acción histórica independiente” (Lenin, “La bancarrota de la Segunda Internacional”, 1914). 

Así, para Portantiero, el 1969 fue clave para la apertura de una situación revolucionaria en los términos de Lenin. El Cordobazo conmocionó la sociedad y la política argentina, poniendo en jaque a la dictadura de Onganía con origen en el golpe de estado de 1966. En su estudio, Portantiero lee a Lenin a partir de Gramsci. Nos dice que la crisis en las alturas según la cual las clases dominantes no pueden seguir dominando, se asemeja a lo que luego Gramsci denominó crisis orgánica. Las crisis orgánicas son fundamentalmente crisis de dominación, de autoridad y de hegemonía. Ello se observa en fenómenos específicos como cuando las clases dominantes ya no tienen partidos o representaciones propias con los cuales dominar a las masas. Pierde el consenso y debe dominar con la coerción. Lo que se enfatiza aquí es una crisis de los mecanismos políticos. Las clases dominantes no tienen mecanismos políticos específicos de dominación. Es esta crisis la que, aunada con la miseria creciente de las masas genera una oportunidad para que estas se rebelen, movilizándose y luchando colectivamente. Sin embargo, lo peculiar de estas crisis orgánicas es que las fuerzas antagonistas de las masas populares todavía no tienen clara voluntad política propia. Es por esto que estas crisis pueden prolongarse, parafraseando a Gramsci, de modo que lo viejo no termina de perecer y lo nuevo no termina de emerger. 

Por muchos años se ha usado el concepto leninista. Lo que vemos de problemático es que ha permitido extender este diagnóstico sin atender a la naturaleza de su contenido: el momento histórico en que se abre la posibilidad inmediata, o por lo menos cercana, de la revolución. No es lo mismo un momento de crisis y luchas, que un momento con posibilidad de un proceso revolucionario. El concepto de Lenin, argumentamos entonces, fue usado especialmente de modo ambiguo haciendo que no sea útil para su finalidad. Y esto sucedería porque no atiende a lo específico de la revolución, que no es tanto la crisis de las clases dominantes, ni incluso la protesta de les de abajo, sino que emerja un nuevo poder de las clases subalternas que entra en una prueba de fuerzas (había escrito el joven Trotsky) entre las fuerzas sociales.

De hecho, junto con la de Lenin, decíamos, tenemos otra definición, a nuestro juicio más acorde con este contenido revolucionario, de parte de Trotsky. La copiamos abajo: 

“La preparación histórica de la revolución conduce, en el período prerrevolucionario, a una situación en la cual la clase llamada a implantar el nuevo sistema social, si bien no es aún dueña del país, reúne de hecho en sus manos una parte considerable del poder del Estado, mientras que el aparato oficial de este último sigue aún en manos de sus antiguos detentadores. De aquí arranca la dualidad de poderes de toda revolución. (…) La dualidad de poderes no sólo presupone, sino que, en general, excluye la división del poder en dos segmentos y todo equilibrio formal de poderes. No es un hecho constitucional, sino revolucionario, que atestigua que la ruptura del equilibrio social ha roto ya la superestructura del Estado. La dualidad de poderes surge allí donde las clases adversas se apoyan ya en organizaciones estables substancialmente incompatibles entre sí y que a cada paso se eliminan mutuamente en la dirección del país. La parte del poder correspondiente a cada una de las dos clases combatientes responde a la proporción de fuerzas sociales y al curso de la lucha. Por su esencia misma, este estado de cosas no puede ser estable. La sociedad reclama la concentración del poder, y aspira inexorablemente a esta concentración en la clase dominante o, en el caso que nos ocupa, en las dos clases que comparten el dominio político de la nación. La escisión del poder sólo puede conducir a la guerra civil. (…) La guerra civil da a la dualidad de poderes la expresión más visible, la geográfica: cada poder se atrinchera y hace fuerte en su territorio y lucha por conquistar el de su adversario; a veces, la dualidad de poderes adopta la forma de invasión por turno de los dos poderes beligerantes, hasta que uno de ellos se consolida definitivamente”. (3)

Como se puede leer, los elementos de este tipo de situación son más agudos. El poder político no solo está en crisis (la autoridad u obediencia, por ejemplo, no se siguen) sino que está quebrado por la aparición de diversos poderes en disputa. Aún más, dado que estos poderes expresan a las fuerzas sociales (las clases principales y sus alianzas) que luchan por imponerse, conducen a la guerra civil. Por eso, en esta definición, la situación revolucionaria se expresa en la guerra civil de clases. Este enfoque fue usado también en los análisis marxistas argentinos, más notoriamente por el PRT-ERP en los años 70. Este concepto también fue compartido por la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), aunque con la diferencia de que esta organización sostenía que no se había abierto este tipo de situación en la realidad, mientras que el PRT sí lo afirmaba en sus documentos. 

Lo central, entonces, del concepto de situación revolucionaria de Trotsky es que se acompaña de otros conceptos como dualidad de poder y guerra civil, que no aparecen en la definición de Lenin. Muchas caracterizaciones políticas han afirmado que ha habido una situación revolucionaria en los años 70 e incluso en los años 2001-2002. Todavía hoy, por ejemplo Jorge Altamira, o Nahuel Moreno en los años 80, también lo sostenían. Ellos realizaban estas afirmaciones, creemos, amparándose en lo vago de la idea de acciones históricas independientes de las masas populares. Decíamos que se pierde lo esencial del concepto, aquello que quiere señalar, que es la posibilidad de la revolución. Para Trotsky lo esencial del proceso revolucionario es la mecánica política del desplazamiento de las clases dominantes del poder por las clases subalternas. A partir de allí, Trotsky mira como se aparece, concretamente, los poderes de las fuerzas en pugna. 

En el cuadro de abajo, identificamos los elementos de las definiciones y señalamos si los fenómenos a que hacen referencia se observan en dos situaciones históricas clave de Argentina. 

Elementos teóricos de la situación revolucionaria.Argentina 1969-1975Argentina 2000-2003
LENIN
(seguido por Portantiero, Balvé y Balvé, Werner y Aguirre)
-Crisis abierta política.SISI
-Miseria agravada con descontento.NOSI
-Acción histórica independiente de masas.SISI
TROTSKI
(seguido por Santucho)
-Quiebra de monopolio y unidad del Estado.NONO
.-Dualidad de poderNONO
-Guerra civil.SINO

Aquí no podemos, por razones de espacio, agotar el análisis. El objetivo general es contribuir a las caracterizaciones que se toman de la teoría marxista. No obstante, detengámonos en algunas  hipótesis fundamentales. La primera diferencia general es mirar los años 70 desde la dimensión de la dualidad de poder y la guerra civil, un problema central para los marxistas revolucionarios de esos años. Lo que OCPO criticó al PRT es que no se había desarrollado la dualidad de poder, a pesar que podía haber sucedido. La dualidad de poder designa el hecho que el poder político y militar se expresa en dos poderes contrapuestos y enfrentados (el de la burguesía y el poder del pueblo). Mientras que para el PRT esta dualidad de poder militar estaba en desarrollo, para OCPO se trataba más de un deseo que de una realidad. Por eso, y sin querer entrar en más conceptos, OCPO subrayaba que se vivía una situación pre-revolucionaria, es decir un momento anterior. 

Pasado y presente

La cuestión tratada hasta aquí es relevante en la medida en que tanto las crisis como las revoluciones sean procesos del presente, no solo del pasado. Veamos, para no ir más lejos, lo que está ocurriendo en el mundo antes y durante la pandemia en curso. ¿Qué tipo de crisis y movilizaciones podemos observar en el presente? Un poco antes de la pandemia, las noticias de las movilizaciones de Chile recorrían el mundo. Grandes franjas del pueblo chileno se habían despertado y salido a la calle de manera constante, enfrentándose a las fuerzas represivas, contando con una gran simpatía de las clases medias, poniendo en jaque al sistema de representación política. Con la pandemia, entró en escena la paralización global de la economía. Se agravaba así una tendencia de debilidad del ciclo económico capitalista en el occidente. No solo Chile, sino luego EEUU se convierte en escenario de grandes luchas, pero esta vez teniendo como objeto de conflicto la lucha contra la represión racista, que afecta a una parte importante de la clase obrera norteamericana. 

La unidad de los procesos de movilización con las crisis económicas, que traen recesión y miseria, podían configurarse en una situación de tipo leninista. Sin embargo, entendemos que estos elementos no se han desarrollado globalmente y nos exigen un análisis concreto. Mientras que en Chile se rebelaba el pueblo, en Argentina hacia 2019 y principios de 2020, un nuevo gobierno de tinte progresista canaliza las ansias populares. Pero además ha aparecido una fuerza que no hemos mencionado en el esquema analítico anterior. Creemos que es importante tener en cuenta las fuerzas sociales movilizadas por las derechas como modo estratégico de defensa del sistema. De hecho, puede hacerse una analogía con la emergencia del fascismo-nazismo, aunque en aspecto general. Las crisis económicas severas generan mayor miseria y desestabilización política, en la medida en que sedebaten dentro de  la sociedad y se piensan medidas para afrontarla. Lo que podemos observar particularmente en Argentina es la movilización preventiva de una parte de las clases medias impulsada por la gran burguesía, para evitar que la crisis la paguen ellos. Recordemos la dinámica de la protesta con los casos Techint o Vicentín. Esta alianza social ha tomado la iniciativa, antes que pueda desarrollarse un programa de distribución para afrontar la crisis. Estos hechos nos presentan fenómenos que nos permiten dar cuenta de porqué las crisis económicas o las orgánicas, no conducen de por sí a situaciones a favor del pueblo. En las crisis, también sectores de las clases dominantes generan nuevas estrategias políticas para canalizar el descontento, apuntando a soluciones represivas que buscan así eliminar la emergencia de una alternativa popular de poder. 

Notas:

  1. Ver, por ejemplo, el artículo de Leandro Rodríguez en el no. 1 de esta revista. 
  2.     Entre los estudios recientes sobre esta cuestión, tenemos el de Juan Dal Maso (militante del PTS), El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la Cárcel (Buenos Aires, IPS, 2016). Dal Maso también distingue entre crisis orgánica y situación revolucionaria. Sin embargo, su concepto de esta última se limita al que expondremos de Lenin, que para nosotros es equívoco.
  3.     Ver León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, cap. 9, “La dualidad de poderes”. 
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Agustín Santella

@agustin.santella

Investigador del CONICET / UBA, editor de la revista Antagónica, delegado de ATE-CONICET

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